Patio San José
Padre José Maria Bustamante, imagen y legado de un fundador.
El Padre Bustamante nació en un modesto caserío de Ongayo, el 19 de abril de 1834, sobre
la costa del mar Cantábrico en España. Sus padres don Agustín Bustamante y doña
Francisca Gomez lo bautizaron en la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol el 22 de abril
del mismo año.
Su padre fue juez de paz y dueño de una posada muy conocida en la región de la cual se
decía que “no cerraba sus puertas” por su permanente hospitalidad. Allí José Bustamante
conoció personas de distintos lugares de procedencia con quienes intercambió diferentes
historias de vida. Sin lugar a dudas este hecho marcó a fuego su infancia y su espíritu
inquieto de conocer y recorrer el mundo.
En 1850, luego de estudiar en su pueblo con el Fray Agustín Diego ingresó al seminario de
Burgos, donde adoptó la resolución de consagrarse al Señor solicitando ingresar en la
Compañia de Jesús en 1855, en Hagetmau (Francia).
En 1861 desembarcó en Valparaíso (Chile) y en 1866 cruzó la cordillera de los Andes hasta
llegar a nuestra ciudad de Santa Fe para seguir sus estudios de filosofía y teología en el
Colegio de la Inmaculada. En 1872 se estableció en la ciudad de Córdoba y es en ese
momento donde toma como su segundo nombre el de María por su devoción a nuestra
Madre.
Esto fue un acontecimiento al que podemos considerar como antesala del noble propósito
que por aquellos años el Padre Bustamante vislumbro. La formación de un espacio de
congregación para religiosas en la práctica de las virtudes cristianas que tiene su
materialización el 24 de septiembre de 1885 cuando se inauguró la casa de las Hermanas
Adoratrices del Santísimo Sacramento en la ciudad de Córdoba.
En 1887, el Padre Jose Maria Bustamante es trasladado nuevamente a Santa Fe como
rector del Colegio de la Inmaculada. Por aquellos años, las ideas del laicismo escolar (tras
la promulgación en 1884 de la Ley nacional de educación común, gratuita y obligatoria)
representaban el ideal político que lograba imponerse en la transformación de muchas
instituciones pero que, a pesar de su importancia, no ha podido acabar con las raíces de la
cultura cristiana que animan a la nación argentina desde sus orígenes.
En la senda de evangelizar por medio de la educación, el Padre Bustamante tuvo el firme
propósito de fundar un segundo Colegio en nuestra ciudad. Contó con el apoyo de tres
personas claves en el desarrollo de esta gran obra educativa y religiosa para forjar con
amor el corazón de la niñez y juventud.
En primer lugar, la Hermana Adoratriz Gregoria Maciel, quien se convirtió en la piedra
fundacional del futuro colegio. Fue ella quien donó todo sus bienes y su casa en el barrio
sur de nuestra ciudad (Sobre calle San Martín y Monseñor Zazpe) en donde se estableció el
primer Colegio San José, un 14 de septiembre de 1887 con las primeras 40 alumnas. Al
poco tiempo el colegio se mudo sobre Calle San Geronimo y Gral Lopéz frente a la Plaza de
Mayo. En el edificio de la Universidad de Santa Fe.
En segundo lugar, el apoyo fraterno recibido por el Obispo José María Gelabert fue también
trascendental para concretar la obra y anhelo del Padre Bustamante.
Por último, el gobernador de Santa Fe por aquellos años, José Gálvez, quien a través de su
gobierno basado en el fomento de la inmigración, ferrocarriles, puertos y educación
transformó la provincia. Bajo estas profundas políticas de gobierno, fue el gobernador en
persona quien garantiza la posibilidad de adquirir el terreno en donde hoy está nuestro
Colegio.
La obra educativa y religiosa prosiguió su camino fundacional por diversos puntos del mapa:
Montevideo, Villa del Rosario, Concordia, Buenos Aires, Ascochinga, Mar del Plata y Puerto
Madryn.
El legado más importante que nos dejó el Padre Bustamante es el de la enseñanza
eucarística. Este carisma hoy en día se encuentra en la propia historia personal de quienes
integramos la comunidad adoratriz adorando a Dios presente en la creación y en la
Eucaristía como fuente de formación y enseñanza que nos nutre y nos guía en los valores
de gratitud, entrega, unidad y amor, que deben reflejarse en todas nuestras acciones
diarias.




